miércoles, 29 de abril de 2015

Ciclistas en Santiago

Los fines de semana varias comunas de la capital cierran sus calles a los autos para uso exclusivo de los ciclistas. Niños, mujeres y hombres de todas las edades se toman los circuitos que se habilitan para pasear y hacer ejercicio, disfrutando del sol y los pájaros que es imposible escuchar durante un día laboral. Es un espectáculo digno de verse y un contraste brutal con la ciudad de fines de los noventa.

En aquellos años solo se veían ciclistas los fines de semana en el Cerro San Cristobal y en general eran extranjeros. En aquel entonces llenaban las calles las "micros amarillas", el Metro estaba subutilizado y había mucha congestión, igual que ahora. No habían ciclovías, ni la gente se movía en bicicleta por la ciudad. Hoy la diferencia es radical.

El auto sigue siendo la máquina mimada de Santiago y los automovilistas están tan agresivos como siempre (y como no si a pesar de las autopistas todo está peor). La gente que se desplaza en bus ha bajado considerablemente (nadie quiere hacer transbordo), la que va en Metro ha subido notablemente, los peatones siguen mas o menos igual y los ciclistas son la nueva vedette del transporte capitalino. Hoy la diferencia es radical, si, pero todo está mas o menos igual.

El transporte sigue siendo un problema sin solución y esto tiene directa relación con el individualismo y la falta de respeto generalizada. Es cierto que casi la totalidad de la infraestructura es para uso exclusivo del auto, siendo que es el modo de transporte que más problemas genera, pero no lo es menos que los ciclistas han declarado la guerra a peatones y automovilistas por el control de calles y veredas. 

Muchos de los ciclistas que hoy se desplazan por la ciudad son un peligro público. La mayoría de ellos subió de nuevo a la bicicleta hace unos pocos meses luego de años sin pedalear, y como tienen prioridad sobre los autos y se sienten moralmente superiores, vuelan por calles, ciclovías y veredas sin ninguna consideración para con los demás. Manejan como automovilistas, pero sin normas de tránsito que cumplir y con los auriculares pegados a las orejas.

Cierto es que la bicicleta no contamina, no ocupa espacio y permite hacer ejercicio, pero eso no justifica la soberbia y la falta de educación. Al contrario, usar una bicicleta hoy en Santiago implica un compromiso porque debemos ayudar a que este modo de transporte sea una alternativa viable, segura y preferente para un número cada vez mayor de usuarios.  La convivencia armónica y el respeto hacia peatones y automovilistas es la única manera de construir en conjunto una ciudad más agradable. 

Firmado: un ciclista más.!